“Andad por la Amazonia y escuchad lo que el pueblo dice. Participad de la vida cotidiana del pueblo. Observad y registrad todo cuidadosamente. No os preocupéis con los resultados, el Espíritu irá mostrando el camino. ¡Coraje! Comenzad por donde podáis.” Claudio Perani, sj
Apenas llegué a la Amazonía fue una de las primeras frases que cuando la leí me llamó la atención. Ahora que ya han pasado 3 meses, recién siento que la voy comprendiendo más desde el corazón. Porque Dios va trabajando en mí, como dice Ignacio en su Autobiografía: “como enseña un maestro a un niño de escuela”, despacio, tranquilo a ritmo de la canoa.
Este mes ha sido un tiempo tranquilo y no me refiero a las mociones internas, aún en mi interior se siguen agitando las aguas, me refiero a que ha sido un tiempo de permanecer más dentro de la ciudad de Leticia, de compartir más con la gente que también se dedica a la pastoral, que trabaja desde diferentes trincheras, que sueña en la construcción de un mundo mejor. Gente que desde su propia vocación personal y profesional se indigna ante las situaciones que se presentan en este entorno y se comprometen poniendo el hombro para intentar contribuir en algo a detener los problemas que se presentan en las márgenes de la vida y que solo lo pueden constatar quienes viven en estos lugares de frontera.
He visitado las otras dos fronteras: Tabatinga – Brasil y Santa Rosa – Perú. En Tabatinga conocí a dos religiosas Cónegas que desde hace unos 5 meses están viviendo ahí. Fue muy grato compartir con ellas sobre mi tiempo de misión aquí, sobretodo las luces y sombras que he ido descubriendo en mí y en el entorno de misión. Cada vez que conversaba con ellas descubría en su mirada o en su rostro gestos que me decían así mismo es, nosotros también lo estamos viviendo aún es un tiempo de estar, de ver, de sentir.
En esa misma frontera a inicios de septiembre conocí a un Hno. Marista de nombre Iñigo, del norte Vasco de España, a Vero de Argentina y Peggy de Venezuela, ambas voluntarias Laicas Maristas que junto a otro Hno. más de Australia (quien todavía no llega por asuntos de visa), forman parte de la primera comunidad misionera en la que vivirán laicos y religiosos juntos, compartiendo la misma espiritualidad y misión. Hemos hecho una bonita amistad entre todos. Quienes tienen más experiencia de voluntariado nos animan y ayudan con todos los pensamientos, sentimientos e inquietudes que se van presentando en este caminar. Y toda esta presencia de Dios en ellos me anima a seguir caminando en esta misión.
Asistí a un Seminario sobre “Procedimientos a ser tomados en cuenta durante situaciones o indicios de tráfico de personas”, es muy triste y difícil descubrir a través de los testimonios y de las conversaciones con la gente, todo lo que encierra la trata de personas (explotación sexual, trabajo infantil, trabajo de migrantes, tráfico de órganos, tráfico de niños, etc.), y como las zonas más vulnerables donde se da esto vuelven a ser precisamente las fronteras, por la libre movilidad que se da en ellas. No es fácil, las personas tienen miedo de denunciar alguna situación o indicios de tráfico, para muchos es más fácil callar y dejar que eso continúe. La esperanza es que se están organizando grupos de personas de diferentes sectores de la sociedad en las fronteras para primero poder sensibilizar a la comunidad sobre esta situación y después hacer que se pueda visibilizar y atacar este mal presente en esta zona.
Estuve en la Población de Santa Rosa (Frontera Peruana) junto con P. Pablo Mora SJ, quien va los domingos a celebrar la misa. Fue muy bonito el compartir de la celebración con las pocas personas que asisten y constatar el trabajo de Maneca, la única pastoralista indígena para una población de aproximadamente 2500 personas. La falta de catequistas y pastoralistas en estos lados de la frontera es urgente, los que aún están son abuelos que ya están cansados, su formación y manera de evangelizar ya no atrae a los jóvenes.
Sin ánimo de crítica, simplemente presentando lo que se ve por aquí y lo que dicen las personas con quienes puedo conversar, manifiestan que “la iglesia católica (Obispos, sacerdotes y religiosas) han olvidado y descuidado por mucho tiempo algunas zonas de la Amazonía y que ahora hay mucha presencia de otras iglesias que, en lugar de trabajar unidas por el desarrollo de toda la comunidad, lo que han hecho es dividirla”.
Participé también de un Taller de Formación de la Pastoral Social para pastoralistas del Vicariato de Leticia. Conocí un poco sobre la REPAM, la Espiritualidad de los Pueblos Indígenas de la Amazonía (ritos, costumbres, estilo de vida) sobretodo de las cuatro comunidades mayoritarias en esta zona (Tikunas, Cocamas, Uitotos y Yaguas). En el compartir con los participantes pude conocer los diferentes apostolados que tienen las parroquias y como el abanico de posibilidades para el trabajo es diverso, desde cada una de las invitaciones y dones personales.
Tuve una reunión con el equipo de pastoral para planificar las visitas a las 3 comunidades que faltan (Zaragoza, Libertad y Puerto Tirunfo) con las cuales terminaría este primer tiempo de visita y diagnóstico de las comunidades ribereñas del Amazonas de la frontera Colombiana.
Tiempo de reencuentros, fue muy emocionante y alegró mi corazón ver y conversar con Fernando López SJ. y Arizete, religiosa Conega del Brasil a quienes ya conocía y con quienes me sentí acompañada por unos días en esta misión. Fue muy gratificante mi acompañamiento espiritual con Fernando, ya me hacía falta una conversación así de corazón a corazón con alguien que ha vivido y vive esta experiencia de inserción.
Grata sorpresa me llevé cuando vi a Marita de Puerto Rico quien fue CVX, a quien conocí en el Magis 2 en Quito hace algunos años. Realmente Dios es impredecible y toca nuestros corazones desde diferentes rincones de esta nuestra casa común y en su tiempo nos va llamando y congregando a celebrar la vida desde este rincón de nuestra Amazonía. Ella también está iniciando su voluntariado por dos años en el Equipo Itinerante y por estos meses hasta mediados de noviembre también nos estaremos acompañando y formando comunidad. Regalos de Dios.
Y no puedo dejar de mencionar a mis nuevos amigos voluntarios Tere y Lolo quienes ya están terminando su experiencia de un año en el Equipo itinerante. Ellos son una pareja de jóvenes españoles, llenos de sencillez, sensibilidad y compromiso por nuestros hermanos de este pedacito de tierra que clama por nuestra ayuda.
Robby, mi amigo y mi compañero de trabajo que realiza el mapeo de Fe y Alegría, con quien compartimos el día a día. En fin, mi corazón se va llenando de nombres, de rostros, que como yo, sin muchas certezas se lanzan por un llamado profundo del corazón a vivir estas experiencias de voluntariado.
Ha sido tiempo de reuniones, de relaciones, de reflexiones, de acompañamiento, de escuchar, de hablar, de dar, de acoger y de celebrar. Voy confirmando que el voluntariado es una experiencia fundante en la vida de las personas porque siento que te ayuda a un encuentro contigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios.
Este contacto con lo que decimos “pobreza” te confronta por dentro como una espina que entra profundo y que me hace dar cuenta que son realmente ricos porque viven felices con poco, porque no se quejan de lo que les sucede, porque siempre están viendo lo positivo de las situaciones, porque disfrutan y agradecen de todo, aún en las situaciones más difíciles, porque lloran y se levantan, voy aprendiendo mucho de ellos.
Para finalizar me quedo con una frase de una persona muy pobre del Barrio La Unión en Leticia que no tiene trabajo ni un terreno para sembrar, y con una sonrisa dice “perro que camina, hueso que encuentra”. Todos los días se levanta con la esperanza de recoger algo para comer y compartir con su familia, eso es verdadera fe en Dios, eso es sabiduría popular. Y tú ¿cómo vives a Dios?, ¿tienes esa misma gratitud por lo que sucede en tu día a día? ¿tienes esa misma fe en ese Dios que te ha demostrado hasta el cansancio su amor? Tú que estás desde la comodidad de tu casa, de tu comunidad, de tu habitación, desde la tranquilidad de tener un trabajo y no saber lo que es la escasez. Mira a tu alrededor agradece, indígnate ante las situaciones de injusticia, exclusión y pobreza, pero sobretodo descubre de qué manera te puedes comprometer y contribuir con un grano de arena a cambiar esas situaciones que no hacen más que agrandar la brecha entre ricos y pobres, situaciones que agrandan la destrucción de nuestra casa común.
Aún son pocos meses y sin embargo voy sintiendo que algo va cambiando en mí, que mi mirada ya no es la misma, que en mi interior Dios me va recreando día a día en este caminar por esta mi querida Amazonía y me va pidiendo ser un pan que se parte y se comparte cada día con todas mis limitaciones y dones que me ha regalado el Señor.
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