Por Lorena Pérez, voluntaria.
Parecería que me he olvidado escribir el compartir mensual de mi peregrinar por estas tierras donde Dios se muestra de manera especial y delicada. Y aunque muy respetuosamente han respetado este tiempo de silencio. Esto probablemente no es más que un signo de que me voy adaptando más y mejor a este rincón de la Amazonía.
Y siento que es así, ya los insectos me reconocen y me pican menos, la comezón es más tolerable. El calor es más soportable, aunque con eso no quiero decir que transpire menos, solo que he aprendido a sentirlo de forma más natural y por supuesto los ventiladores y el aire acondicionado ayudan en esta adaptación. Los paisajes y los rostros de las personas me son familiares. Ahora ya puedo comprender mejor las conversaciones porque, aunque hablamos el mismo idioma, cada país y región tiene sus propias palabras que no siempre son fáciles de entender o porque las uso muy poco o porque no las entendía en el contexto.
Con este pequeño preámbulo quiero compartirles que este mes de octubre, he vuelto a navegar por el río Amazonas para recorrer las últimas comunidades (Zaragoza, Libertad y Puerto Triunfo) y con ello terminar el primer recorrido por las 10 comunidades rivereñas que pretende ser un diagnóstico para saber cuál es la situación pastoral, cuáles son su necesidades y a futuro poder crear juntos con el Equipo Pastoral y con la comunidad una propuesta pastoral que les permita mantener viva la llama de la Fe y su forma de relacionarse con Dios desde la religión católica sin que para ello tengan que modificar su esencia cultural, sus ritos y sus tradiciones. Suena muy ambicioso lo sé, pero soñar no cuesta nada.
Estas comunidades están más distantes de Leticia. Son aproximadamente 4 a 5 horas en el bote de la comunidad que generalmente tienen motores pequeños y por lo tanto son más lentos. Aunque el viaje suele ser bastante cansado, la riqueza de viajar en estos botes es que, durante el trayecto puedo ir conversando con las personas de la comunidad sobre su vida cotidiana, lo que me da muchas luces para el diagnóstico. Además, me permite tener una relación más horizontal con ellos y después, ya en la comunidad siento cercanía y familiaridad al relacionarnos los días que permanecemos con ellos.
En este rinconcito de la naturaleza se percibe más claramente el efecto del cambio climático, pues han tenido escasas lluvias, lo cual dificulta la preparación de los alimentos y el uso del agua para refrescarse en medio del calor, pues ellos utilizan solamente el agua de la lluvia para cocinar, ya que el agua del Río Amazonas no es apta para el consumo humano porque está contaminada y les provoca problemas digestivos y erupciones en la piel.
Estas comunidades por estar más alejadas de Leticia, tienen presencia de otras iglesias como las evangélicas, pentecostales, bautistas, etc. Hasta ahí, no encuentro ningún problema ya que considero que lo importante es que la gente se relacione con Dios, que sea feliz y se relacione con los demás en armonía. Pero, lamentablemente no es así, pues como suele suceder para lograr adeptos a su iglesia tienen que desacreditar la otra y en este caso es a la iglesia católica porque supuestamente es una iglesia donde permiten que la gente se emborrache y después existan riñas que terminan en problemas graves o incluso la muerte de algún miembro de la comunidad. Y todo esto por supuesto está dividiendo a las comunidades y lo que antes trabajaban juntas en las mingas ahora ya no asisten todos y eso dificulta el desarrollo de la comunidad y crea un individualismo entre sus miembros que preocupa al Consejo de la comunidad. Imagino que la intención de las otras iglesias no es esa, no es causar división.
Eso me ha hecho pensar en la importancia del diálogo interreligioso. Creo que con un pequeño diálogo con los Pastores, acordando unos mínimos de convivencia, sin pretender que sea una competencia por quien es mejor o tiene más feligreses, ayudaría a mejorar el bien de la comunidad, intentando vivir como hijos de un mismo Padre – Madre Dios, aunque con formas de ver la fe y prácticas diferentes.
A partir de esta pequeña experiencia y leyendo las Bienaventuranzas de Adolfo Chércoles me queda resonando la siguiente frase:
El problema de mi fraternidad, de si realmente soy hermano de todos los hombres, no es lo que yo sienta en mi corazón, sino que el problema real es que los demás se puedan sentir hermanos míos cuando se crucen conmigo. Aquí es donde me juego la fraternidad: ¿qué le importa al otro que yo en mi “corazoncito” lo sienta como hermano, si él me ve como un erizo?
Cuanta verdad, el problema es que muchas veces nos centramos en nosotros mismos y lo que hacemos no siempre es con pureza de intención como dice Ignacio, no es desde la gratuidad, sino que probablemente de manera inconsciente buscamos esa sensación de bienestar personal que nos impide salir de nosotros al encuentro con el otro, y que sea él quien realmente nos sienta su hermano.
Es en este sentir y reflexionar que fijo mi mirada a Jesús para que no me olvide de cada frase que toca mi corazón y que puede en medio de mi fragilidad sentir cómo Jesús, mirar, hablar, escuchar, amar como Él, para que los demás sientan a Jesús en mí, aunque a veces yo me vea como un erizo.
Este tiempo es una escuela de aprendizajes, no solo por el contacto con las personas de las comunidades sino también por el compartir con mis compañeros de camino, esas personas (voluntarios, religiosos, laicos) que comparten mi día a día, con quienes tenemos encuentros para cenar o tomar un café y con ese pretexto tener largas charlas luego del trabajo para hablar sobre nuestras experiencias de Dios, nuestras alegrías, nuestros miedos y nuestros sueños. Al final se queda el corazón calientito porque hemos sido cada uno nosotros mismos y nos sentimos aceptados y acogidos por el otro tal cual somos.
Y dentro de los aprendizajes nuevos por esos impulsos con los que a veces actúo y en los que descubro que es Dios quien me mueve para seguir soñando y haciendo cosas que me gustan, ingresé este mes a un curso de portugués básico en la Universidad Federal del Amazonas. Gracias a esta pequeña locura de aprender un idioma nuevo he tenido la oportunidad de conocer nuevas personas con actividades e intereses diferentes, entrar en otro círculo de amistades que me hacen mucho bien. Así que el próximo compartir probablemente será en Portuñol.
Por último quiero compartir con ustedes las palabras que Fernando López SJ me dijo en mi último acompañamiento a propósito de que no siempre me es fácil la inculturación en las comunidades: “nosotros cuando trabajamos con las comunidades tenemos tres semáforos: el primero es el de la comunidad que tiene su tiempo y ellos cuando sienten que eres de confianza llega un momento en que ponen su semáforo en verde y tú puedes hacer y compartir sus ritos o espacios. El segundo es el semáforo interior que cuando está en rojo no debo forzarlo tampoco sino esperar a que con mi tiempo y proceso yo también pueda ponerlo en verde para que compartir con las comunidades, y el tercero es el semáforo de mi relación con Dios que también me dice que es el tiempo y por su puesto se pone en verde, si está en amarillo me dice que aún hay que esperar”. Me decía además que “generalmente este proceso se va dando de a poco en los tres semáforos y suele ocurrir que el proceso es muy similar en los tres, de manera que cuando uno está en verde los otros también.” En conclusión, me invita a estar consciente de estos tres procesos que voy viviendo y que me vaya abriendo a las experiencias que Dios me va regalando sin forzarme, pero tampoco sin estancarme, que no sea solo mi querer sino la unión de los tres quereres.
Hasta aquí este mi cuarto mes, un fraternal abrazo a todos quienes me acompañan con la lectura de este pequeño compartir.
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