Por Lorena Pérez, voluntaria CVX en Leticia
“En el misterio de las aguas profundas de
los ríos y de los lagos amazónicos hay siempre una historia que contar. No hay
quien, habiendo visto una victoria-regia en toda su plenitud, adornado un lago
o adornando un río, pueda olvidar aquel escenario de verdadero encantamiento.
El remanso de los ríos o el lago que es su vivero, son espejos donde Iaci la
Luna; vanidosa y seductora, se refleja para llamar la atención de las cablocas
que la tiene como visión inspiradora del amor.
En la cima de las colinas las cumbres
esperaban la aparición de Iaci, creyendo que ella traía el bien del amor, pues
su beso las hacía iluminadas, desmaterializándolas y transformándolas en
estrellas.
En una ocasión, una hermosa joven, llevada
por el amor, queriendo transformarse en estrella por el contacto selénico,
buscó las grandes elevaciones, montes, colinas y sierras, con la esperanza de
ver su sueño realizado, en aquel momento de magia y de felicidad. En aquella
noche de luna, cuando las estrellas del cielo parecían entonar cánticos la
belleza de la tierra, la hermosa joven queriendo tocar la Luna, que se bañaba
en el lago, se echó a las aguas misteriosas, deshaciéndose enseguida. Iaci, la
Luna, en un instante de reflexión se apiadó de ella, que era tan bonita y
encantadora, y como regocijo premio a su belleza, resolvió inmortalizarla en la
tierra por ser imposible llevarla consigo hacia el reino astral, y la
transformó en Victoria-regia estrella de las aguas tan hermosa como las
estrellas del cielo, con el perfume inconfundible, que jamás le dio a otra
flor. Después, dilatando tan justo premio, le estiró, como pudo, la palma de
las hojas, para mayor receptáculo de los rayos de su luz, amorosamente
reconocida.
Hoy vive la Victoria-regia el esplendor que
recibió en aquella noche de luna, cuando Iaci, soberana de la noche,
inmortalizó con el beso de luz que aún perdura, y que tuvo el destino de
transformarla en estrella de las aguas.”
Con esta Leyenda de la Amazônia do Brasil
escrita por Anísio Mello, quiero iniciar un nuevo compartir con ustedes, les
invito a trasladarse con la imaginación a sentir interiormente como es la
Amazonía, este lugar que es fuente de inspiración de poetas, escritores,
antropólogos, biólogos, misioneros, etc. Es imposible vivir aquí y no dejarse
afectar por tanta belleza, por tanta naturaleza junta en un solo lugar, no
queda más que admirados agradecer a Dios por tan maravillosa creación.
En estos días mientras viajaba en bote para
una comunidad indígena y contemplaba el río, la vegetación y los árboles iba
imaginando y recordando tantas historias vividas en este rincón de nuestra
Amazonia. Cada etnia tiene su propia historia de gozo y de dolor, tan enraizada
en este pedacito de nuestro planeta, que muchos de ellos no se conciben lejos
de ella.
Ahora yo también, peregrina en esta tierra
amazónica, voy dejando mi corta historia en ella, solo esta naturaleza sabe realmente
lo que he sentido, lo que he pensado y lo que he vivido desde lo profundo de mi
ser, ella ahora es cómplice de mis luces y sombras, en ella me he reconocido
como un ser frágil, desnuda de mis saberes, ignorante, pobre, sola. Ahora
gracias a estos sentires me doy cuenta, que fue necesario vivir todo esto para
despojarme de todo y abrirme a nuevos aprendizajes y descubrir esa sabiduría
que encierra esta naturaleza, esta gente sencilla de quien he aprendido y voy
aprendiendo, con cada contacto, en una conversa, en un silencio, en una mirada.
Gracias a esta bella tierra y a su gente también he ido descubriendo los
regalos, los dones que Dios ha depositado en mí, para el servicio, ser sus
manos, su sonrisa, su escucha y su alegría en este pedacito de cielo.
Ahora puedo decir que estoy viviendo la Contemplación
para Alcanzar Amor de los Ejercicios Espirituales Ignacianos, sentirme tan
pequeña ante tanta maravilla, ante la inmensidad de la creación de Dios, cuanto
esplendor, cuanto amor nos tiene Dios para regalarnos este precioso pedacito de
él. En este momento todo me habla de Él y de su inmenso amor.
Y después de “tanto bien recibido”, como
dice Ignacio, con mi corazón lleno de gratitud por todo lo vivido durante este
tiempo, brota en mí una pregunta: ¿cómo puedo seguir viviendo está misión desde
mi realidad de ciudad?, ¿cómo puedo continuar cuidando esta preciosa
naturaleza, esta casa que nuestro Padre Madre Dios puso en nuestras manos, así
como la doncella que llegó a admirar tanto a la luna que quiso ser uno con ella?
Así es mi sentir y de muchas personas quienes después de conocer la Amazonía,
de relacionarse con ella, de aprender a amarla, se sienten motivados a llenarse
de ella y a cuidarla, no solamente a la flora y fauna que en ella viven, sino
también a cada hombre y a cada mujer, gente de nuestros pueblos originarios que
necesitan de nuestro apoyo y cuidado, como nos lo recuerda el Papa Francisco en
la Laudato Si.
Vienen muchas respuestas, unas más
sencillas y otras más radicales. Entre los aprendizajes que me llevo encuentro
primero la importancia de tener contacto con la naturaleza desde los lugares
donde estamos, salir de las ciudades, contemplar un paisaje y dejarnos abrazar
por su belleza, porque siento que así vamos a poder seguir con lo siguiente, que
es después de extasiarnos de ella, pensar sobre la manera cómo cuidarla y
preservarla. Motivar a nuestra familia a salir más de excursiones, paseos que
nos permitan disfrutar el contacto con está nuestra naturaleza regalo de Dios.
Permitirme embarrarme de ella, embarrarme de su tierra, embarrarme de su agua,
embarrarme de su gente, para poder amarla y cuidarla.
Segundo conocer, valorar y amar cada una de
las personas que habitan en este rincón de nuestra Casa Común. Valorar su
sencillez de vida -toman solo lo que necesitan- valorar su estilo de vida
austero, valorar su espiritualidad y su fe en Dios, ese Dios que se manifiesta
día a día, en quien confían cada vez que salen a cuidar y cultivar sus chagras,
moviendo la tierra, regando el agua, con la certeza de que la semilla va
germinando en el interior de la tierra, aunque de momento no sea visible, con fe, con
paciencia y perseverancia, llegará el
momento en el cual podrán ver el brote, acompañar su crecimiento, de acuerdo al
color y forma del brote proveer a la planta de los nutrientes naturales que
necesita, preparar más abono, cuidar de las plagas, admirar la flor y agradecer
el fruto. Todo a su tiempo, pueden ser meses o años y solamente confiar.
Confiar como Dios confía en nosotros en la bondad que habita en nuestro
interior para despertar a tiempo y no dejar que se acabe nuestra Casa Común,
como confía Dios en nosotros cada vez que nos inspira y nos motiva a indignarnos
y actuar en contra de las injusticias que sufren nuestros hermanos de los
pueblos amazónicos desplazados de sus tierras por nuestro deseo de riqueza y
poder. Ellos luchan no solo por su territorio, sino por todo el planeta porque
saben que si se acaba o destruye la Madre Tierra, ellos, nosotros, también nos
destruimos y morimos con ella. Por eso un llamado importante es apoyar y
trabajar por ellos, defendiendo su derecho a ese pedacito de tierra que les
queda, desde donde estemos no dejemos de mirar hacia esta Amazonía.
Ahora es tiempo de salir de esta Amazonía y
vivir lo aprendido en mí vida ordinaria, en mi ciudad, con mi familia, con mis
amigos, en mi trabajo. Tiempo de volver con una maleta llena de aprendizajes,
muchos de ellos siento que se irán descubriendo a mi regreso, tiempo de dejar
que se vaya decantando todo lo que ha significado para mí esta experiencia y
que no se puede expresar con palabras. Tiempo de agradecer a la CVX Mundial por
la oportunidad de vivir este voluntariado, que espero sea una puerta abierta
para que más personas puedan vivir esta experiencia. Personalmente siento que Dios
nos está llamando con fuerza y que vale la pena escucharlo y lanzarse.
Considero que, gracias a esta vivencia
amazónica, he aprendido que no necesito mucho para ser feliz, que la felicidad
no está en las cosas sino en las relaciones armónicas con la familia, los
amigos, con la propia naturaleza, plantas, animales, insectos, etc. Entonces,
partiendo desde esta afirmación me preguntaré cada día, cómo está mi relación con
el cuidado de esta mi Casa Común, cada vez que vaya al supermercado o a una
tienda, o me deje deslumbrar por algo material, cuestionarme si eso realmente
lo necesito y sí no lo necesito no comprarlo porque consciente o
inconscientemente estoy cayendo en el consumo que genera basura y que realmente
destruye mi entorno. Pediré a Dios la voluntad para poder ser honesta conmigo
misma y poder vivir una vida realmente más austera, más en la confianza, en la
fe, en Dios. Creo que sí cada vez compramos en base a una necesidad real,
muchas cosas dejaremos de lado y valoraremos lo sencillo, lo pequeño donde
habita Dios.
Mi corazón solo tiene una palabra que desde
niña aprendí gracias a mí mamá quien siempre me enseñó a ser agradecida, “Dios
le pague” a cada una de las personas con quienes compartí en este año en este
tiempo Amazónico: a mi equipo pastoral (Magnolia, Hna. Nohelia, Fray Rodolfo,
Fray Manuel), a la comunidad jesuita (Alfredo, Pablo y Valerio), a la Comunidad
Marista (Vero, Iñigo, Peggy, Justin, Hno. Zeferino, Hno. Verno, Betty), a mi
acompañante estos meses Padre Miguel (sacerdote javeriano), a Marta Barral
(voluntaria javeriana), a María, Tatiana y Edenia, religiosas Cónegas, a mis
queridos amigos Marita y Fernando López SJ, y a otro muchos nombres y rostros
que llegaron a mi corazón y que ahora forman parte de la lista de nombres que,
como dice Pedro Casaldaliga: “Al final del camino me dirán: —¿Has vivido? ¿Has
amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres.” Me llevo el
rostro de cada persona con quien tuve el regalo de compartir poco o mucho
tiempo y a cada uno les digo cantando como Luis Guitarra “mientras haya un
horizonte en esta tierra, mientras no pierdas las ganas de reír, mientras
brille en nuestro cielo alguna estrella, no te rindas, no te canses de vivir,
todo va a ir bien…mientras haya quien denuncie en las aceras, la injusticia,
las promesas sin cumplir...”
Gracias a cada uno de ustedes, por
acompañarme con la lectura de estos cortos relatos mes a mes, gracias por sus
oraciones y su cariño. Quedo en manos de Dios quien me irá mostrando que nuevos
caminos deberé seguir peregrinando, que nuevos puentes deberé cruzar y ayudar a
construir. Un gran abrazo
Lore
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